martes, 18 de agosto de 2015

Cambio Climático y políticas públicas: el efecto invernadero

 Haysis Orellana Farías



Los efectos contraproducentes del cambio climático se transforman en amenazas que tienen como impacto el riesgo en el desarrollo de los países y la integridad del ecosistema mundial. En este contexto, es posible suponer que numerosas especies vegetales y animales ya afectadas por la contaminación y la falta de hábitat provocaría la extinción de estas en los próximos años. 

Para comprender más del tema es necesario, por comenzar a definir lo que se entiende por cambio climático. En este sentido, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (2011), en su Artículo 1, define este concepto como un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”. Por su parte, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y agricultura- (FAO, 2015) lo define como una importante variación estadística en el estado medio del clima o en su variabilidad, que persiste durante un período prolongado (normalmente decenios o incluso más). El cambio climático se puede deber a procesos naturales internos o a cambios del forzamiento externo, o bien a cambios persistentes antropogénicos en la composición de la atmósfera o en el uso de las tierras. 

La atmósfera actúa como una cubierta protectora y transparente en torno a la Tierra, dejando pasar la luz solar y reteniendo el calor. Sin ella, el calor del Sol rebotaría inmediatamente en la superficie terrestre y se perdería en el espacio. De ser así, la temperatura de la Tierra sería unos 30 ºC Celsius más baja, y todo se congelaría. De esta manera, la atmósfera funciona un poco como el techo de cristal de un invernadero. Por eso se habla del «efecto invernadero». Los responsables de este efecto son los «gases de efecto invernadero» que forman parte de la atmósfera y retienen el calor. Es importante mencionar que la mayor parte de los gases de efecto invernadero se generan de forma natural. Sin embargo, a partir de la revolución industrial del siglo XVIII, las sociedades humanas también los producen, y debido a ello sus concentraciones en la atmósfera son más elevadas ahora que en los últimos 420.000 años (CONAFOR, 2009). De tal forma, se intensifica el efecto invernadero, ocasionando un aumento de las temperaturas en la Tierra: el cambio climático. 

En lo que respecta a los gases de efecto invernadero y tal como se menciona con anterioridad, el principal gas invernadero es el dióxido de carbono, el cual representa el 75 % aprox., (CIIFEN, 2015) el total de emisiones de gas efecto invernadero, a nivel mundial, es decir, de todos los gases de efecto invernadero que se vierten a la atmósfera en los vapores y humos procedentes de tubos de escape, chimeneas, incendios y otras fuentes. El dióxido de carbono se libera principalmente al quemar combustibles fósiles tales como el carbón, el petróleo o el gas natural. Y los combustibles fósiles siguen siendo la fuente de energía más utilizada: los quemamos para producir electricidad y calor y los utilizamos como combustible en nuestros automóviles, buques y aviones. 

La mayor parte de nosotros conocemos el dióxido de carbono (CO2), pues están presentes por ejemplo en las bebidas gaseosas (las burbujas de estas bebidas y de la cerveza son burbujas de CO2). Sin embargo este gas también desempeña un papel importante en la respiración: inspiramos oxígeno y expiramos dióxido de carbono, en tanto que los árboles y las plantas absorben CO2 para producir oxígeno (CIIFEN, 2015. Por este motivo son tan importantes los bosques del planeta ya que contribuyen a absorber parte del exceso de CO2 que estamos produciendo. Sin embargo, actualmente se vive un proceso de deforestación que no ayuda en lo absoluto a lidiar con este gas, ya que nosotros mismos no nos ayudamos con propiciar insistentemente en tala, desbroce y quema de los bosques, realidad presente en todos los continentes. Otro tipo de gases de efecto invernadero generados por las actividades humanas son el metano y el óxido nitroso, los que forman parte de los gases invisibles producidos por los vertederos, las explotaciones ganaderas, determinados métodos agrícolas de fertilización. En este contexto, también cabe señalar que fabricamos artificialmente algunos de los gases de efecto invernadero, los llamados en gases fluorados y que están muchísimo más presente de lo que uno cree, por ejemplo estos se utilizan en los sistemas de refrigeración y aire acondicionado, pero acaban en la atmósfera si se producen fugas, o cuando los aparatos no son objeto de un tratamiento adecuado al finalizar su vida útil. 

El actual cambio climático está incidiendo ya todo el planeta. A largo plazo, podría incluso desencadenar grandes catástrofes, tales como un rápido aumento del nivel del mar, inundaciones, grandes tempestades y escasez de alimentos y agua en algunas partes del mundo. El cambio climático afectará a todas las naciones, pero los países en desarrollo son los más vulnerables, ya que a menudo dependen de actividades sensibles al clima como la agricultura y no disponen de mucho dinero para adaptarse a las consecuencias del cambio climático (CONAFOR, 2009). 

Ante lo expuesto, es necesario referirse a lo que la moderna ciencia del clima está haciendo y dedicándose, la cual está enfocando sus estudios en el pasado y a observar e interpretar con precisión lo que está sucediendo ahora. Los científicos utilizan una panoplia sorprendente de medios para averiguar cuál fue la situación en el pasado, por ejemplo, perforan la parte superior de los casquetes polares hasta el lecho rocoso y extraen cilindros de hielo denominados testigos de hielo. En la Antártida, un equipo de investigadores europeos extrajo testigos de hielo de una profundidad superior a 3 km, que no se han visto afectados por la luz ni el aire durante más de 900.000 años (OEI, 2006). Las propiedades físicas del hielo y del aire contenido en pequeñas burbujas permiten a los investigadores saber cómo eran el clima y la atmósfera en aquella época. También facilitan pistas sobre el pasado los anillos de árboles y corales de épocas remotas, las estalagmitas y los pólenes, semillas y hojas antiguos. Estudiando todo ello se sabe que las glaciaciones han alternado con períodos más cálidos y que las temperaturas medias en la Tierra han oscilado entre 9 ºC y 22 ºC (la temperatura mundial media actual es de 15 ºC), estas fluctuaciones se debieron a causas naturales, tales como las variaciones de la órbita de la Tierra en torno al Sol y del eje de la Tierra, los cambios en la actividad solar y las erupciones volcánicas (OEI, 2006). 

Ante lo anterior, y referente a las autoridades públicas, cabe cuestionarse que debiesen o que están haciendo los gobiernos para mitigar esta realidad, pues debiese apelar a reducir las emisiones a la atmósfera de los gases de efecto invernadero. Algunos de ellos son de larga vida, lo que significa que permanecen en la atmósfera durante décadas o períodos incluso más largos. Aunque adoptemos medidas drásticas ahora, las temperaturas seguirán aumentando durante cierto tiempo. Sin embargo, si no se toman medidas, crecerán más rápido todavía, y en un momento dado podría ocurrir que el clima se nos fuera de las manos. Reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero exigirá inversiones y la modificación de la forma en que actualmente producimos y usamos la energía. Estudios recientes indican que el costo de no hacer nada sería muy superior, por los daños y el sufrimiento que causaría dejar que el cambio climático siguiera su curso. En lo que respecta a las medidas gubernamentales, desde los años ochenta, las pruebas de la existencia del cambio climático se acumulaban (OEI, 2006). Los gobiernos se están dando cuenta de la amenaza que esto representa y de que tienen que hacer algo al respecto. También comprendieron que la colaboración era imprescindible para el éxito, ya que el cambio climático es un problema planetario, porque todos los países contribuyen, en diversa medida, a la emisión de gases de efecto invernadero y todos los países se ven afectados por él. Por ello, ningún país puede resolverlo por sí solo. 


Sin duda alguna el fenómeno del cambio climático es un hecho indiscutible, siendo el principal causante, consensuado científicamente, el accionar del hombre. Esto se vincula a la quema de combustibles fósiles, especialmente carbón, gas y petróleo, y a la pérdida de cobertura forestal, provocando la excesiva emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI), los que se convierten en protagonistas del incremento de la temperatura del planeta siendo una de las principales causas del fenómeno. En este último punto y en términos simples, estos gases son todos aquellos compuestos químicos en estado gaseoso que se acumulan en la atmósfera de la tierra y que son capaces de absorber la radiación infrarroja del sol, aumentando y reteniendo el calor allí mismo; en la atmósfera al efecto invernadero, lo intensifica y lo vuelve más peligroso, entre otras cosas, aumentando considerablemente la temperatura del planeta, más simple aun, lo que hacen estos gases es que se desarrolle el mismo efecto que se desarrolla en un invernadero de cultivo, sólo que nosotros no necesitamos ese exceso de calor, energía y radiación infrarroja que viene del sol. En consecuencia, la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado. Más aun, los análisis científicos plasmados en la publicación del Banco Mundial (2012), hace alusión a la probabilidad de que la temperatura media global, podría aumentar en unos 4°C durante el siglo XXI, lo que provocaría episodios de calor, graves sequías y grandes inundaciones en muchas regiones, teniendo graves consecuencias para los ecosistemas y los servicios que otorgan, como por ejemplo servicios de suministro de alimentos y de agua, servicios de regulación de suelos, de enfermedades y plagas, servicios recreacionales, culturales, espirituales, y religiosos entre otros. 

Durante los últimos 8.000 años, el clima ha sido bastante estable, con pequeños cambios de menos de 1 ºC por siglo. Esta estabilidad ha permitido el desarrollo de la sociedad y de los ecosistemas tales como hoy los conocemos. No obstante, hoy el calentamiento se acelera. Las causas naturales no bastan por sí solas para explicar un calentamiento tan rápido, sin precedentes por lo menos en los últimos 1.000 años, o 2.000 años según algunos estudios (OEI, 2006). Gran parte de la información descubierta por los científicos se utiliza para predecir el clima futuro y los efectos del cambio climático. A tal efecto se utilizan la modelización y la simulación informática. Los científicos no saben exactamente en qué medida es sensible nuestro clima al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, es decir, qué concentraciones son las que desencadenan determinados cambios de temperatura. Esto depende también de otros factores, como la contaminación atmosférica y la formación de nubes. Por ello, los científicos efectúan simulaciones basadas en distintos supuestos (OEI, 2006). 


Tomar conciencia de este proceso climático, se ha trasformado en un tema mundial, del cual diversos organismos, como la ONU, están tomando en consideración y debatiendo acerca de los impactos que implican desde la biodiversidad, hasta la salud critica del ser humano. Sin embargo, aun no se hacen parte de soluciones concretas, ni mucho menos es parte de las agendas públicas. Es por ello que ante lo anterior, espacios de información, discusión y debate al respecto, son aportes fundamentales que permiten reflexionar acerca de este tema, más aun si se comienzan desde las aulas, como la presente cátedra de magister de “Cambio climático y Políticas Públicas” siendo la puerta de entrada para dilucidar y generar interés por mover redes de conocimiento que enriquezcan en experiencia diversos estudios esta problemática, esto porque la falta de conciencia y conocimiento sobre el cambio climático y sus posibles impactos, sigue siendo una de las principales barreras a la adaptación. En este contexto, también es necesario educar a las nuevas generaciones y generar las capacidades, en todos los actores relevantes, a través de una permanente producción de material y la realización de actividades de educación y difusión, de manera que el proceso de adaptación sea conocido, aceptado y adecuado a las necesidades.

  

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